Concurrencia espontánea.

Hoy he estado pensando en la cantidad de personas con las que compartimos algo con regularidad, pero a quienes no conocemos. Por ejemplo, la cajera del almacén a donde cada domingo voy a hacer el mercado, el estudiante del San Ignacio que siempre me encuentro de lunes a viernes en la estación del metro. Yo los tengo presentes y ellos a mí, pero en la mayoría de casos uno nunca cruza más de dos palabras. Detrás de ellos hay mucho que permanece en reserva. El mundo es así, el encuentro espontáneo maximiza a todos los niveles las asimetrías de información.

Hay un caso particular que me sorprende: es un tipo a quien me encuentro todos los días de camino al trabajo. Justo cuando termino de cruzar el semáforo peatonal de la Bolívar con Colombia y me dispongo a subir el andén en sentido oriente – occidente, este tipo se encuentra doblando la esquina de la Palacé con Colombia y continúa bajando el andén en sentido occidente – oriente. Nuestros pasos se encuentran más o menos a la mitad del andén, todo depende de quién tenga el alma más o menos enfaenada ese día. Esto lo empecé a notar desde hace un par de semanas y, desde entonces, me he preguntado por la probabilidad de que dos personas en una ciudad de más de tres millones de habitantes se encuentren todos los días en un lugar de tránsito.

Supongo que los dos debemos despertar a una hora determinada todos los días, pero de ahí en adelante todo es un mar de incertidumbre que se sincroniza con asombrosa exactitud; caminar, tomar el metro, cambiar de línea, volver a tomar el metro, el autobús, los cruces y, al final, él doblando Palacé y yo dejando Bolívar atrás. Es una concurrencia no deseada. Para mí es un excelente ejemplo de planificación descentralizada; nadie lo decidió, nadie lo quiso, pero las circunstancias, la necesidad y la costumbre han permitido que nos encontremos y, por un instante, nos reconozcamos, después seguimos con nuestras vidas. Yo no sé quién es él, él no sabe nada de mí. Lo que cada quien arrastra consigo no tiene importancia.