Notas sobre educación y desarrollo económico

Pese a que en el trabajo de Adam Smith se puede rastrear el concepto de capital humano, este no supuso una preocupación para la economía (ni mucho menos la educación como uno de sus determinantes) sino hasta mediados de los años 50 del siglo XX. Sin profundizar aquí, Smith escribió en La riqueza de las naciones que el capital humano forma parte del capital fijo bajo estos términos:

[El capital fijo consta de…] cuarto, de las aptitudes adquiridas y útiles por todos los habitantes o miembros de la sociedad. La adquisición de dichos talentos, mediante el estudio y el aprendizaje […] viene a ser un capital fijo investido en su persona. (Smith, 1776, p.255)

El capital humano aparece aquí en términos de las destrezas de los trabajadores y, pese a que estas perteneces a la esfera privada, también forman parte de un acervo social que es aprovechado por la comunidad de individuos a la que se pertenezca.

Con la revolución industrial por detrás, la aparición de nuevas tecnologías y el advenimiento de la economía global los procesos de producción se vuelven más complejos y, por lo tanto, es necesaria una mano de obra especializada y tecnificada. De esta manera, la mano de obra (tecnificada) se convierte en un factor definitivo para la producción nacional, esto motivó a que la academia dirigiera su mirada hacia los problemas de desarrollo de los recursos humanos, ya que, hasta ese momento, la atención sobre los factores productivos se había centrado únicamente en el trabajo y el capital en términos absolutos y no con base a su «calidad».

Los primeros trabajos que se realizaron sobre educación y desarrollo económico buscaban correlaciones entre el grado de escolaridad o el número de matriculados en un país con medidas ortodoxas del desarrollo, como por ejemplo, el consumo de energía o el PIB. En muchos trabajos como los de Svennilson, Edding, y Elvi (1962) y McClelland (1966) se encontraron relaciones positivas lo que animó aún más al entorno académico para que profundizara las investigaciones en este campo.

Si la relación entre educación y desarrollo económico surgió a partir de su vinculación con la mano de obra, en la actualidad esto se ha ampliado y se reconoce, por ejemplo, la importancia dentro del cambio tecnológico. Lo que ha sucedido es que el estudio de la educación, como determinante del desarrollo económico, pareciera que ha necesitado primero de desarrollos académicos en otras áreas, este es precisamente el caso de la transición tecnológica.

Anteriormente, el cambio tecnológico era mirado como un residuo (de hecho, el denominado “residuo de Solow” es evidencia de ello), se debió esperar casi hasta finales de los 70’s del siglo XX para que la ortodoxia económica empezara a aceptar el cambio tecnológico como un proceso inherente y de impacto estructural en el desarrollo. Con esto planteado la conexión entre educación y desarrollo económico discurrió por nuevas vertientes. En la actualidad, la cuestión acerca de la relación entre capital humano y desarrollo económico no pasa simplemente por la escolarización de la población, sino que involucra, como lo ha señalado la CEPAL (2009), la infraestructura científica, un entorno desarrollado de investigación y una relación estrecha entre el sector privado y los centros de investigación.

Bajo estas lógicas, los gobiernos a menudo entienden que la formación del capital humano puede traer réditos económicos a futuro, es por ello que una parte de los presupuestos nacionales se destina a financiar la educación pública con el fin de que se produzcan hallazgos científicos que puedan ser patentados y, con ello, se cree un mercado que les permita vender tecnología para impulsar la creación de empleos y aumentar la productividad y la riqueza nacional.

Trabajos citados.

¿El hombre es dueño de su propio destino?

Existen planteamientos sugestivos alrededor de la posibilidad de una construcción del destino, dentro de los cuales se deben resaltar las propuestas de la economía política inglesa del siglo XVIII, en especial Adam Smith, en cuya obra sustancialmente se puede encontrar la importancia del trabajo como una forma de liberación del hombre y un medio para la construcción del paraíso terrenal. En ese sentido, el hombre claramente tiene la posibilidad de gestionarse a sí mismo.

En la actualidad, múltiples enfoques validan la noción de que los individuos pueden modificar sus conductas mediante procesos de aprendizaje. La manera como se cambian los hábitos partiría del ejercicio de razonar y, posteriormente, de plantear estrategias de cara al medio en que se encuentra. Los cambios en el comportamiento de la población han sido estudiados, por ejemplo, desde la salud pública. El profesor McAlister (1991) ha tratado la importancia de la modificación de los hábitos para transformar los estilos de vida que atentan contra el bienestar; de acuerdo con él, a través de técnicas educativas y la interacción comunicativa (medios de comunicación) se pueden modelar las conductas. Pese a que este planteamiento parece provenir como algo externo al individuo (como producto de políticas públicas) también se puede pensar como un proceso endógeno en la medida en que los patrones culturales (modelos educativos) y la interacción con otras personas ayudan a redefinir los esquemas conductuales.

Sin embargo, la forma en como es presentada la afirmación de que el hombre es dueño de su propio destino parece limitarse (y ser propia)  del racionalismo cartesiano y, en ese sentido, reconoce al destino como fruto deliberado de la razón del hombre y no producto de la acción humana.

Se debe tener en cuenta que conforme discurre la evolución del discurso científico y de las diferentes teorías sociales, emergen postulados constructivistas que, desde una base meramente positivista, pretenden edificar un discurso alrededor de la capacidad del hombre para cambiar los modelos culturales. Esto no es más que una generalización de un pensamiento causal, cuyas relaciones solamente se pueden circunscribir a la esfera causa-efecto.

El meollo del asunto lo ha explicado lúcidamente el profesor Hayek (1970), al señalar que, en efecto, las conductas de los hombres no son generalizables como orden social, debido a que este último está soportado en regularidades de las cuales el individuo, en muchos casos, no es consciente y cuya formación ha pasado por un lento proceso de selección social. De esta manera, los modelos culturales no se pueden modificar solamente con la transformación individual de los hábitos y mucho menos como resultado de una acción racional deliberada.

Ya que esta selección social se hace en términos de la expansión eficiente y ordenada de la comunidad, los valores, reglas y costumbres transmitidas generacionalmente se refinarán a través de las experiencias que, sin embargo, no asegurarán la posibilidad de que la comunidad se traslade hacia un orden superior.

Si el hombre fuera capaz de rediseñar de manera consciente los modelos culturales, no existirían de manera evidentemente abrumadora las actuaciones en contra de, por ejemplo, la propiedad privada. Sin lugar a dudas, existen ciudadanos con un amplio discernimiento acerca de las bondades de proteger la propiedad, la palabra empeñada y toda la matriz de valores que les permiten a los individuos vivir bien dentro del ordenamiento social, pero esto no es así y, por el contrario, siguen persistiendo las acciones arbitrarias.

Trabajos citados.

El progreso acorralado

En el curso de Desarrollo Económico hemos reflexionado acerca del capitulo «El progreso acorralado», el cual forma parte del libro «Historia de la idea de progreso» de Robert Nisbet. En este pasaje el autor enuncia algunas premisas fundamentales para la idea del progreso que, según su opinión, están cayendo en el descrédito y, con ello, han llevado a un “abandono de la confianza en el progreso”. En un primer lugar, se expone, bajo la sección “Los primeros profetas”, un recuento de las posturas de diferentes académicos que tuvieron una perspectiva lúgubre sobre el progreso. Se menciona a Tocqueville y su visión en la que las diversas áreas de conocimiento decaían; se debe destacar a Schopenhauer sobre el problema de centralizar la voluntad para mejorar las sociedades; a Nietzsche y la idea de que el progreso era una idea falsa y Max Weber sobre la burocratización de lo humano a medida que se avanza en la institucionalización.

En la segunda sección, “Renegar del pasado”, Nisbet llama la atención sobre el desprestigio que se siente por la historia. Se alude a la manera en como, a lo largo de la humanidad, diversos pensadores se han soportado en el pasado o en autores del pasado como es el caso de San Agustín, Comte y hasta Marx. Sin embargo, la actitud actual es el rechazo, hecho patente, por ejemplo, en la ausencia de una materia sobre historia en las instituciones educativas e incluso en que sea vista como un tema de distracción. Para explicar el motivo de esta situación se recoge el planteamiento hecho por Hoffman que, según su criterio, se debe a dos cosas: la velocidad, cada vez creciente, con la que se producen los cambios a nivel social y, por otro lado, una representación social de la historia que la relega a los oficios del coleccionista de antigüedades.

La tercera sección se titula “El desplazamiento de occidente”, aquí se ha referencia a la pérdida del papel hegemónico que han experimentado los países occidentales, especialmente, durante el tercer cuarto del siglo XX. Con el surgimiento de nuevos países potencias alrededor del globo, el respeto cultural por Europa y Estados Unidos se ha ido perdiendo. Pero, además, se resalta también la pérdida de la fe en su propia civilización por parte de los occidentales, quienes ahora desconfían de su institucionalidad.

En la cuarta sección, “El ataque contra el crecimiento económico”, se vincula el progreso, con la idea de que un camino para este es mediante el crecimiento económico. No obstante, se ha convertido en una tendencia el advertir la degradación ambiental que tendría como origen los procesos de industrialización llevados a cabo por los países más ricos y desarrollados (que serían los de occidente), pero no solamente se pone en consideración el surgimiento de movimientos ecologistas, sino también la aparición de actitudes, como el hedonismo, que menoscabarían el soporte moral que ha dado vida al sistema capitalista.

La quinta sección, “La degradación del saber”, trata acerca del descrédito en el que han caído los pensadores y, en especial, el mundo científico, el cual se percibe como parte de una élite institucional de la cual hay que desconfiar, además se discute el problema sobre el eventual estancamiento del conocimiento y la dificultad sobre hacia dónde dirigir la investigación y si esta en realidad vale la pena.

La última sección del capítulo es llamada “El sudario del tedio”, el argumento principal es que la gente está aburrida, así sencillamente, hay una sensación de hartazgo respecto al mundo, la sociedad y sus instituciones. El problema es que esto favorecería la aparición de actitudes inversas al progreso, para lo cual se cita a Tocqueville quien advierte sobre consecuencias como: la pérdida de la diversidad cultural, la inhibición del proceso creativo y la posible aparición de despotismos.

Los comentarios sobre el texto los puedo situar en lo siguientes puntos: el autor menciona una erosión de la fe en las instituciones occidentales, es pertinente hablar de qué manera podría estar cambiando la episteme moderna, como lo llamaría Foucault. En ese sentido, se debería hacer mención a la segunda dimensión del estatus epistemológico que alberga a la economía, biología y lingüística; el siglo XXI ha estado atravesado por críticas a estas: en 2008, con el estallido de la crisis económica del atlántico norte, alrededor del mundo emergieron movimientos con posturas heterodoxas que invitaban a repensar la disciplina. Por otro lado, el mismo autor recoge lo dicho por Stent sobre los problemas de la biología, al sugerir que “en la biología molecular hemos llegado a un punto en el que el único problema que queda por explorar es “la paradoja mente materia””. Finalmente, aunque la filología no se menciona, quisiera advertir sobre el Premio Nobel de Literatura de 2016, el cual fue otorgado al músico Bob Dylan, con lo que es evidente el planteamiento de una ruptura en el discurso de la literatura y en su representación social, al reconocer implícitamente que esta va allende las palabras e incluye otros lenguajes (como el musical) que no necesariamente pasan por los campos de la filología.

En la misma línea, un aparte interesante de la lectura es el siguiente: “Stent es un hombre de amplia erudición, y argumenta de forma elocuente que en la actualidad la literatura, la música, la pintura, etcétera, están sumidas en una tendencia declinante.” No hay motivo para sugerir tal cosa ya que el arte en su manifestación amplia se debería juzgar en la medida en que pueda recoger una visión de mundo, no hay forma como lo diría Sabato en “Hombres y Engranajes” de decir que los jeroglíficos egipcios sean grotescos al lado del arte renacentista, ya que simplemente los dos obedecen a diferentes formas de plasmar una cosmovisión particular. La idea es que no se puede medir el progreso a través del arte.

Finalmente, sería importante poner en consideración los acontecimientos actuales a la luz de lo trabajado por Nisbet, por ejemplo, las elecciones en Estados Unidos. Si bien pareciera que el discurso de Trump obedece al despotismo señalado como posible consecuencia del languidecimiento de la idea de progreso, se debe recordar que el actual presidente de Estados Unidos subió al poder a través de un discurso que, por ejemplo, negaba el calentamiento global (iría en contra del ataque al crecimiento económico) y se aferraba con aprecio al pasado.

Las teorías del desarrollo a principios del siglo XXI

«Las teorías del desarrollo a principios del siglo XXI» es un texto de Amartyan Sen, el cual expone dos concepciones distintas del desarrollo: una llamada BLAST (por blood, sweat and tears) y la otra GALA (sigla de getting by, with a little assistance). La primera hace referencia a un proceso de desarrollo pasado por «sangre, sudor y lágrimas», frase que el autor recoge del ex-primer ministro británico Wiston Churchill para referirse a una etapa en la cual se deben sufrir penurias para, posteriormente, alcanzar el desarrollo. Por otro lado, la segunda concepción, permitiría tener en cuenta los procesos de cooperación e interdependencia entre los individuos. La dinámica que sigue el artículo es una crítica (en el sentido positivista) a la visión del desarrollo como algo sustancialmente feroz, al cuestionar algunos modelos de la referida visión y contrastarlos con algunos hechos históricos.

En primer lugar, se pone de manifiesto el papel de la acumulación de capital y, como ejemplo, se expone la variante soviética de la “teoría de la explosión de capital” en la que, en un primer lugar, se fuerza a bajos niveles de vida (exiguos niveles de protección social, salud y educación de calidad) con el fin de estimular la acumulación para que, finalmente, esto se traduzca en crecimiento económico. Otro ejemplo, apartado de la esfera soviética, que se trae a colación es el Estado de Bienestar del siglo XX el cual, según el autor, tiene como predecesor las difíciles condiciones laborales de los obreros durante el periodo en el que se da el surgimiento del capitalismo. Quienes se reafirman en estas visiones sostienen que los beneficios derivados de la acumulación y de la intrincada puesta en marcha del proceso (en términos de derechos sociales, civiles y políticos) llegarán a todos a través de un mecanismo de filtración y, por lo tanto, no es necesario que se intervenga en la dinámica propia de este modelo, con lo cual se concluye que al implementarse medidas que busquen convergencias sociales se torpedeará el desarrollo mismo.

En segundo lugar, se resalta el advenimiento del capital humano como factor trascendental en el desarrollo, ya que el gran aporte de este enfoque es, como lo menciona el autor, aportar a la superación de la dicotomía entre productividad económica y las preocupaciones sociales. El planteamiento se desarrolla en términos de que la potencialización de las habilidades humanas tiene efectos directos sobre lo social (la mejora en la calidad de vida), en la esfera de las libertades humanas y, en general, en el bienestar, pero al mismo tiempo tiene unos efectos indirectos relacionados con el crecimiento económico como el estímulo que se le da a la productividad.

Finalmente, el autor destaca la discusión acerca de la medición del desarrollo. La crítica surge alrededor de los indicadores ortodoxos de la economía, como por ejemplo el PIB; el cual, señala el autor, deja por fuera toda una serie de consideraciones como la igualdad de ingresos y riquezas. Por otro lado, se pone de relieve la incapacidad, diagnosticada hace mucho, del concepto de utilidad para hacer comparaciones interpersonales. Por esta razón, la propuesta que recoge Amartyan Sen es que las valoraciones acerca de la calidad de vida deben dejarse al debate público, a través de la construcción de una serie de indicadores que puedan modificarse por la acción de la sociedad, entendida como la opinión pública.

Un buen economista

En 1933 J.M. Keynes escribió las siguientes palabras pensando en Alfred Marshall:

El estudio de la economía no parece requerir dotes especiales de orden inusualmente superior. Desde el punto de vista intelectual, ¿no es un tema muy fácil en comparación con las ramas más altas de la filosofía y la ciencia pura? Sin embargo, los buenos economistas, o aun competentes, son las más raras de las aves. ¡Un tema fácil, en el que muy pocos sobresalen! Quizá la explicación de esta paradoja sea que el economista magistral debe poseer una rara combinación de dones. Debe alcanzar un alto nivel en diferentes direcciones y combinar talentos que no se suelen encontrar juntos. Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo, en algún grado. Debe entender símbolos y expresarse con palabras. Debe contemplar lo particular en términos de lo general, y tocar lo abstracto y lo concreto en el mismo vuelo del pensamiento. Ninguna parte de la naturaleza humana o de sus instituciones debe quedar por fuera de su consideración. Debe tener propósitos y ser desinteresado de manera simultánea; tan apartado e incorruptible como un artista pero a veces tan cerca de la tierra como un político.

Keynes se refería, por supuesto, a un economista integral, abogaba por un profesional transdisciplinar. No obstante, pareciera que la realidad dista mucho de sus palabras. En Colombia, por ejemplo, los programas curriculares muestran una clara tendencia a favorecer ciertas asignaturas y ciertas corrientes teóricas; el fuerte componente cuantitativo y la preeminencia de los modelos neoclásicos son una constante.

Respecto a lo anterior, vale la pena citar el trabajo de Castro y Raffo (2016), quienes han evidenciado una tendencia a la homogeneización de las mallas curriculares de los programas de pregrado de economía; los autores -posiblemente al hacer un símil con los modelos oligopólicos- advierten que las universidades presentan un comportamiento que se puede relacionar directamente con la estrategia líder-seguidor; en este «juego» las universidades más pequeñas, sin detenerse a examinar aspectos diferenciadores, terminan por emular los programas curriculares de las universidades más grandes y exitosas del país. Como si fuera poco, en el estudio de los profesores Castro y Raffo también se encontraron desbalances en cuanto a las áreas temáticas enseñadas; las asignaturas de microfundamentadas dominan el panorama, mientras que el componente de pensamiento económico es menor.

Sin embargo, se debe hacer un precisión: el debate sobre las mallas curriculares nunca se ha hecho -y nunca se debería hacer- para deslegitimar la formalización matemática o para ir en contra, solo porque sí, de una corriente de pensamiento económico. La reflexión que se debe hacer sobre el componente curricular de los programas de economía debe tener como objetivo la expansión de la matriz conceptual de la economía. Para que, como Keynes manifestaba, se formen economistas con un panorama amplio que no se restrinja a unos métodos y modelos teóricos específicos.